El Papa Clemente XV ha tenido mucho con qué lidiar desde su reciente ascenso al obispado de Avignon y al liderazgo de la Santa Iglesia Católica Romana, pero lo más importante en sus planes ha sido restablecer la influencia del Papado en Venecia. Hay varias razones para este interés, algunas mundanas, pero la mayoría se deben a la posición única de la ciudad para poder explotar La Herida de los Cielos y la magia que trae consigo.
El Vaticano de fue destruido, Italia casi borrada del mapa. Cuando se abrió la Heria, parecía como si Dios mismo hubiese golpeado a Italia desde el cielo. Fueron muy pocos los que escaparon, entre los que se encontraba el cardenal Gerdil. Gerdil fue a Ginebra, donde la mayoría de los supervivientes se habían reunido. Al predicar sobre la corrupción de Roma y sobre cómo había salido de entre los escombros del Vaticano como el elegido de Dios, obtuvo el apoyo de muchos miembros de la iglesia y de la población local. Con el tiempo, fue nombrado papa como Clemente XV.
El papa Clemente XV quería saber de las enseñanzas del
Heraldo, cuya ejecución aparentemente había creado la Herida. Quería asegurarse
de que solo él mismo pudiera lanzar estos "milagros", para que la
gente creyera que eran actos realizados por Dios, en lugar de magia natural. Por
ello, dio caza a los últimos sobrevivientes que conocían al Heraldo y sus
enseñanzas. Cuando se enteró de que otros practicaban la magia, un regalo que
solo quería para sí mismo, envió agentes para capturar o matar a aquellos que
podían usarla.
Aprender sobre los Dotados en Venecia fue una gran
preocupación para el papa Clemente XV y sabía que debían ser destruidos, de lo
contrario, sus poderes parecerían ser comunes, en lugar de ser dados por Dios.
Envió una fuerza de expedición para negociar con Venecia, con el objetivo de
que la ciudad ejecutara a estos Dotados ellos mismos; sin embargo, después de
no tener éxito, es ahora una misión que debe ser cumplida mediante la violencia.
Barrios enteros de Venecia son atacados por las fuerzas del Vaticano y la
población interrogada por la reformada Inquisición mediante ejecuciones comunes
como la tortura.
El Papa pasa su tiempo leyendo los textos del Heraldo,
escribiéndolos en parábolas e historias para que sean más compatibles con otras
enseñanzas del cristianismo. Predicó, denunciando la perversidad del pasado,
ganándose cada vez más apoyo. A medida que sus seguidores se enteraron de estos
milagros, ellos formaron parte de las nuevas enseñanzas del Papa. Algunos solo
recibieron las palabras pero no el contexto para descifrarlas. A otros les fue
dado el significado pero no el relato. Esto causó divisiones dentro del
cristianismo, aunque una cosa permanecía en común: Su total y completa fé en su
nuevo Papa.
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